_La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron. Salmos 85:10._
El martillo de la culpa es cruel. Te crucifica en el madero de tu propia historia. Los clavos de los recuerdos paralizan tu vida. Las personas pasan y tú quedas paralizado, como si la derrota fuera el autocastigo que “mereces”.
Cuando la culpa no te perturba, puede ser aun más peligroso. El cinismo es fatal. Es el abismo sin fondo, de donde no hay retorno. Es el punto final de cualquier historia.
El salmista demuestra en el Salmo 85 como Dios lidia con el problema de la culpa del ser humano. Este salmo habla del Calvario. Allí, en una cruz, se encuentran la gracia y la verdad, y se besan la justicia y la paz.
Al andar en sus propios caminos, la criatura escoge voluntariamente el camino de la muerte. No había esperanza en su triste existencia. El principio universal de la justicia establecía la consecuencia natural de su elección: muerte. Esta es una verdad incuestionable. No es el castigo de Dios. Es un hecho. Una realidad lógica, la criatura rebelde había perdido el derecho a la vida. La muerte era justa. La justicia y la verdad están unidas en su veredicto de muerte. Pero en el Calvario la justicia no se encuentra con la verdad, sino con la gracia. ¿Qué es la gracia? Es un regalo, una dádiva. Tú no la mereces. Nadie la merece. La justicia demanda que el hombre muera. Pero quien muere es Jesús y por gracia le otorga salvación al hombre.
La verdad es que la criatura pecó y merece morir. En la cruz, esa verdad se besa con la paz. El hombre acepta el perdón de Dios y, aunque es verdad que pecó, experimenta paz porque Jesús murió en su lugar. Tu culpa fue expiada. El precio de tu rebeldía fue pagado, tu pecado fue perdonado. No lo pretendas entender. Sólo acéptalo.
No más noches de insomnio. No más culpa, ni desesperación, ni ganas de morir. Un Nuevo día amanece en tu vida. El Señor te entrega una página en blanco, para escribir una nueva historia.
Comienza hoy una nueva experiencia. Cuando el martillo de la culpa golpee tu corazón, cuando la conciencia te grite: “Culpable” la misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron”.